En otras
circunstancias hubiera corrido a contártelo. Incapaz de contener las lágrimas
de la emoción, qué maravilla. Llorar de alegría es un milagro. No poder
decírtelo el infierno. Pero no voy a hablarte, aunque quiera. Han pasado muchas
cosas. Me gustaría tenerte cerca para charlar. Necesito charlar contigo, pero
no como ahora, que parecemos desconocidos, o demasiado conocidos, hablando con
miedo a decir lo que no se debe, sin poder decir lo que quiero decir. Es como
estar en una jaula, con palabras de barrotes. Parece que no, pero estás muy
encerrado. Quiero pensar que tú también me echas de menos. Aunque no tenga
sentido. Qué más me da, ya nada tiene sentido. Todo pasa y me siento ajena a
todo. Un año. Ya ha pasado un año desde... Desde la primera vez. Que lloré por
tu culpa. Que me enfadé contigo. Maldito cabrón. ¿Por qué te fuiste? Y los
celos me pueden. ¿Por qué las quieres más a ellas? Me cuesta mirarte a la cara
sin sentir vergüenza. Por mis celos. Porque tengo motivos para tenerlos. Porque
sabes demasiado. Y al mismo tiempo no me conoces. ¿Dónde estamos y a qué
venimos? ¿Dónde estás y por qué no vienes? Mis ganas de llamarte aumentan con
el paso de los días. Pero el orgullo me suplica que me calle. Así que aquí
estoy, guardando palabras que eran para ti. Hasta que vengas a hacerme amanecer
de nuevo. Quemaré las páginas del pasado, borraré memorias y haré nuevas
cuentas, seré la mejor si me dejas. Tiraré los poemas, las cartas y los
pinceles. Tiraré la música. Todo lo que nos une, olvidar el pasado para poder
tener presente y futuro. Para ser perfectos. Para ser mayores. Para ser, como
siempre hemos sido, o como nunca antes, nosotros.
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