lunes, 20 de mayo de 2013

Maldito orgullo.




En otras circunstancias hubiera corrido a contártelo. Incapaz de contener las lágrimas de la emoción, qué maravilla. Llorar de alegría es un milagro. No poder decírtelo el infierno. Pero no voy a hablarte, aunque quiera. Han pasado muchas cosas. Me gustaría tenerte cerca para charlar. Necesito charlar contigo, pero no como ahora, que parecemos desconocidos, o demasiado conocidos, hablando con miedo a decir lo que no se debe, sin poder decir lo que quiero decir. Es como estar en una jaula, con palabras de barrotes. Parece que no, pero estás muy encerrado. Quiero pensar que tú también me echas de menos. Aunque no tenga sentido. Qué más me da, ya nada tiene sentido. Todo pasa y me siento ajena a todo. Un año. Ya ha pasado un año desde... Desde la primera vez. Que lloré por tu culpa. Que me enfadé contigo. Maldito cabrón. ¿Por qué te fuiste? Y los celos me pueden. ¿Por qué las quieres más a ellas? Me cuesta mirarte a la cara sin sentir vergüenza. Por mis celos. Porque tengo motivos para tenerlos. Porque sabes demasiado. Y al mismo tiempo no me conoces. ¿Dónde estamos y a qué venimos? ¿Dónde estás y por qué no vienes? Mis ganas de llamarte aumentan con el paso de los días. Pero el orgullo me suplica que me calle. Así que aquí estoy, guardando palabras que eran para ti. Hasta que vengas a hacerme amanecer de nuevo. Quemaré las páginas del pasado, borraré memorias y haré nuevas cuentas, seré la mejor si me dejas. Tiraré los poemas, las cartas y los pinceles. Tiraré la música. Todo lo que nos une, olvidar el pasado para poder tener presente y futuro. Para ser perfectos. Para ser mayores. Para ser, como siempre hemos sido, o como nunca antes, nosotros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario